Del hospital a casa ¿Y ahora qué?

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martes, 26 de octubre de 2010

LA ROSA ROJA


Hoy es el quinto aniversario de mi muerte.
Entre las fosas y lápidas aparecen mi madre y mi hermana con caminar tranquilo, sereno y la mano de mi hermana sujeta un ramo de violetas, azucenas y margaritas amarillas envueltas con enredadera verde.
Y mientras limpian mi foto y le sacan brillo con un paño azul y rocían mi losa con agua y jabón, sus comentarios me hacen sonreír.
— ¿Quién traerá esta rosa?
Después de quitar las flores viejas y colocar las nuevas, besan mi cara, rezan y lloran, y mi hermana coloca una poesía dentro del jarrón de las flores.
Y a un lado, sujetada con adhesivo, la rosa roja, envuelta en celofán transparente.

La mañana se ha hecho oscura, el viento ruge y silba sacudiendo las ramas de los cipreses: los quejidos de la naturaleza se confunden con los lloros de mi madre y mi hermana que llegan, arrastrando los pies, con caminar lento, enlutadas, y la mano de mi hermana vacía, sin flores ni nota.
Es mi sexto aniversario, pero no estoy solo.
— Mira mamá, hoy no hay rosa.
Y yo sé el motivo.
Vienen de enterrar a mi padre.

domingo, 24 de octubre de 2010

ROMPE MI IRA, VIENTO

Hoy tengo mi ira incontrolada
se ha roto mi cuerpo
como la rama del viejo árbol,
truncado con la ráfaga intensa del viento.

Mi alma desparramada
por el asfalto negro
nadie sale a mi paso
nadie se acerca a mi encuentro.

Mi corazón está triste, fracturado
el viento ruge fuerte
mueve mi pelo negro
entre los focos se ve mi sombra
y entre los coches, mi cuerpo.

Rompe mi ira, viento
pero no rompas más mi cuerpo
solo veo luces y sirenas
nadie llega a mi encuentro.

Sola, triste y hundida
dolor, pena y cólera
el viento gime a mi lado
el viento clama mi alma rota,
como mi cuerpo.

Hoy he escuchado tu voz
la muerte ronda en mi cerco
aléjate de mí,
llevatela, viento
huir de aquí, malditos
me habéis abandonado
tengo frío en el cuerpo y en el alma
nadie se acerca a mi, solo tu, viento
que ruges y mueves mi cuerpo.
Flotan en la breve bruma
Aire, luces y miedo
Y si mi pecho inclino
Me arde de fuego

Aléjate de mí, noche
tráeme la luz del alba
que amaine el aire
tráeme una ambulancia.


Hoy tengo mi ira incontrolada
se ha roto mi cuerpo
como la rama del viejo árbol,
truncado con la ráfaga intensa del viento.

sábado, 23 de octubre de 2010

SENTIMIENTOS


Al entrar, observó la majestuosidad de la casa. Todo lo que su vista alcanzaba estaba hecho con maderas nobles, tapices, cortinas de telas rarísimas y bellas. El joven comenzó a explorar. Frente a él había una preciosa chimenea. En la parte baja se encontraba la cocina rectangular con una mesa en el centro y nueve sillas. También había una sala destinada a despacho y biblioteca; todas las paredes estaban forradas de telas de seda y estanterías altas hasta el techo, realizadas con las mismas maderas nobles que el resto de la casa.
Continuó subiendo por una escalera más estrecha. Al final, había una puerta abierta por la que salía luz. Entró y se encontró en una buhardilla con techos a dos aguas. No había suciedad, pero sí un cierto desorden. Se acumulaban objetos de todo tipo: una cuna balancín, cestos de mimbre, mesitas de forja y enea, pero lo que más llamó su atención fue un baúl de roble y grandes remaches de bronce, que no dudó en abrir, despidiendo un aroma rancio, y dentro, un gran fardo de tela de cuadros amarillos y negros.
Sintió un zarandeo en su cuerpo y la musical voz de ella: ─Carlos despierta.

jueves, 21 de octubre de 2010

QUIZÁS TENGA QUE LLAMAR

Carla, mordiéndose las uñas se acerca otra vez a la ventana, y observa a través del cristal, no llega su mirada a alcanzar ver la calle, su vista no llega a observar, se gira, mira la estancia, está en el salón, vacío, luminoso, solamente hay una pequeña mesita de cincuenta centímetros de diámetro redonda con una pata central en forma de trenza, y sobre ella su móvil y la delgada vela de incienso, inundando la estancia a lavanda, aunque no termina de marcharse el ácido olor de la pintura nueva. Estira el brazo en un intento de coger el móvil, sin lograrlo, da media vuelta y de nuevo se dirige a la ventana, los rayos que iluminan la estancia hace que al correr los ligeros bisillos sus ojos se empequeñezcan; gira de nuevo, observa el móvil, pero abre la ventana, es el piso octavo de un edificio nuevo, se restriega los ojos y se coloca las gafas que llevaba en el pelo, retirándole el corto flequillo. Asoma medio cuerpo, no sin antes mirar hacia la mesita y al móvil.
Ahora si, ahora ve como un enorme camión ha estacionado en la acera, aun vacía de paseantes. Dos operarios descargan sus muebles.

DAME TU MANO

Por los grandes ventanales penetraban los rayos de una mañana apacible y soleada. El caoba de los muebles, hacían que la estancia se percibiera todavía más armoniosa, con variable colorido del pardo rojizo al pardo oscuro.
Cerca de la chimenea, el mueble-bar, solo tiene una puerta y en el centro una llave de plata en forma triangular.
Él se acerca. Su mano derecha la hace girar, abriéndose, dentro está vacío, no se encuentran las botellas que colocó hace unos días. Enojado, se gira al oír los tacones que pisan sobre el parquet de la casa, y ve unas largas piernas envueltas en seda, la recorre con la mirada hasta llegar a su cara y sin apartar sus ojos de los de color miel de ella, solo observa su picara sonrisa. Él muestra la fila de blancos dientes y su mueca también se trasforma.
Ella se acerca a él y los dos miran hacia el mueble-bar, ahora vacío.

lunes, 11 de octubre de 2010

PESCADORES

Miraba a los pescadores
míseros de ellos, pensé yo
llegaron al atardecer
vacías sus barcas
vacías de esperanza
me acerqué
vi su sonrisa amplia
pescador que cuidas tus redes
hoy no has pescado nada

domingo, 10 de octubre de 2010

EL VIENTO SUSURRA EN MI OÍDO


Él apaga la luz, se mete en la cama y yo estoy a su lado, cierro los ojos e intento dormir. Pero no puedo conciliar el sueño. Tras los párpados tengo impresa la imagen de su camisa manchada por el espumoso vino rosado que le he derramado hace un rato.

Habíamos vuelto a juntar nuestros labios, y le empujé la copa de cristal fino y de pie largo con mi brazo y todo fue a caer a su torso, dibujando las huellas de sus pectorales. Aún noto en la palma de mi mano la sensación a humedad, cuando le quité la camisa y se quedó desnudo de cintura para arriba. Me puse a su espalda y con una mano le recorrí desde el hombro izquierdo hasta la punta de sus dedos y con la otra le atraje hacia mi pecho desnudo. Mis manos recorrieron su cuerpo y su cuerpo olía a frambuesa. Besé sus labios húmedos y en la punta de su lengua noté la acidez del vino. Luego él me rodeó con sus brazos, me estrechó y yo me abandoné.

Lo siento a mi lado.
Y algo extraño me turba levemente. Por un instante el viento de la noche sopla con más fuerza, y siento su presencia distinta, y me aprieto las manos dentro de la cama.
Mi corazón es incapaz de resistir más, y comienza a latir con un sonido duro y seco, mezclándose en silencio con su respiración.

Él se mueve entre las sábanas y se gira hacia mí. Alarga su brazo, y su mano acaricia mi pelo, sus dedos juguetean con mi cabello corto. Él está tendido a mi lado, y a mis oídos lo único que llega es el susurro del viento.
Y en mi boca aún siento su primer beso.

Su cuerpo está cálido, e igual que el mío, cubierto de sudor. Intento hundirme en el sueño, pero no puedo. Mi mente está confusa, mis pensamientos se alejan levemente. Ahora no quiero recordar sus palabras, demasiado amables para ser sinceras.
Nos conocemos hace poco tiempo, pero yo me he enamorado, y él tal vez esté casado, y eso me está quitando el sueño.

Abro los ojos, parpadeo y veo su espalda. Salto de la cama, voy junto a la ventana y contemplo la luz de la luna alumbrando su cara.
Después, me siento a su lado y hundo mis ojos en su almohada, y lloro, lloro largo rato en silencio y mis lágrimas la humedecen.

De nuevo cierro los ojos y poso mi mano sobre él, respiro hondo, me falta el aire, y me recuesto a su lado. Quiero hundirme en sus sueños.
Y dentro de las profundidades de la noche me siento desesperadamente solo. Las tinieblas me abrazan.
Mi mente está confusa. Me encuentro perdido en las profundas tinieblas y tengo que ser yo quien debe soportarlas con mi corazón y mi cuerpo.

Resignado, intento conciliar el sueño, notando todavía en mi nariz las diminutas y vivas burbujas subiendo por mi copa antes de su primer beso. Y a mis oídos lo único que llega es el susurro del viento.