
Cerca de la chimenea, el mueble-bar, solo tiene una puerta y en el centro una llave de plata en forma triangular.
Él se acerca. Su mano derecha la hace girar, abriéndose, dentro está vacío, no se encuentran las botellas que colocó hace unos días. Enojado, se gira al oír los tacones que pisan sobre el parquet de la casa, y ve unas largas piernas envueltas en seda, la recorre con la mirada hasta llegar a su cara y sin apartar sus ojos de los de color miel de ella, solo observa su picara sonrisa. Él muestra la fila de blancos dientes y su mueca también se trasforma.
Ella se acerca a él y los dos miran hacia el mueble-bar, ahora vacío.
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