Del hospital a casa ¿Y ahora qué?

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domingo, 10 de octubre de 2010

EL VIENTO SUSURRA EN MI OÍDO


Él apaga la luz, se mete en la cama y yo estoy a su lado, cierro los ojos e intento dormir. Pero no puedo conciliar el sueño. Tras los párpados tengo impresa la imagen de su camisa manchada por el espumoso vino rosado que le he derramado hace un rato.

Habíamos vuelto a juntar nuestros labios, y le empujé la copa de cristal fino y de pie largo con mi brazo y todo fue a caer a su torso, dibujando las huellas de sus pectorales. Aún noto en la palma de mi mano la sensación a humedad, cuando le quité la camisa y se quedó desnudo de cintura para arriba. Me puse a su espalda y con una mano le recorrí desde el hombro izquierdo hasta la punta de sus dedos y con la otra le atraje hacia mi pecho desnudo. Mis manos recorrieron su cuerpo y su cuerpo olía a frambuesa. Besé sus labios húmedos y en la punta de su lengua noté la acidez del vino. Luego él me rodeó con sus brazos, me estrechó y yo me abandoné.

Lo siento a mi lado.
Y algo extraño me turba levemente. Por un instante el viento de la noche sopla con más fuerza, y siento su presencia distinta, y me aprieto las manos dentro de la cama.
Mi corazón es incapaz de resistir más, y comienza a latir con un sonido duro y seco, mezclándose en silencio con su respiración.

Él se mueve entre las sábanas y se gira hacia mí. Alarga su brazo, y su mano acaricia mi pelo, sus dedos juguetean con mi cabello corto. Él está tendido a mi lado, y a mis oídos lo único que llega es el susurro del viento.
Y en mi boca aún siento su primer beso.

Su cuerpo está cálido, e igual que el mío, cubierto de sudor. Intento hundirme en el sueño, pero no puedo. Mi mente está confusa, mis pensamientos se alejan levemente. Ahora no quiero recordar sus palabras, demasiado amables para ser sinceras.
Nos conocemos hace poco tiempo, pero yo me he enamorado, y él tal vez esté casado, y eso me está quitando el sueño.

Abro los ojos, parpadeo y veo su espalda. Salto de la cama, voy junto a la ventana y contemplo la luz de la luna alumbrando su cara.
Después, me siento a su lado y hundo mis ojos en su almohada, y lloro, lloro largo rato en silencio y mis lágrimas la humedecen.

De nuevo cierro los ojos y poso mi mano sobre él, respiro hondo, me falta el aire, y me recuesto a su lado. Quiero hundirme en sus sueños.
Y dentro de las profundidades de la noche me siento desesperadamente solo. Las tinieblas me abrazan.
Mi mente está confusa. Me encuentro perdido en las profundas tinieblas y tengo que ser yo quien debe soportarlas con mi corazón y mi cuerpo.

Resignado, intento conciliar el sueño, notando todavía en mi nariz las diminutas y vivas burbujas subiendo por mi copa antes de su primer beso. Y a mis oídos lo único que llega es el susurro del viento.

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